Como cada año, en la segunda semana de marzo, el gran monstruo despierta, al igual que la ciudad que lo acoge. Durante más de dos décadas, el Vive Latino ha logrado que toda la capital se paralice al ritmo de la música en vivo, esa música que nos impulsa a seguir adelante en este mundo.
Tras casi dos años de espera, el Vive Latino regresó a casa, y la espera definitivamente valió la pena. La «casa» ha sido completamente remodelada, no solo para ofrecernos una vista espectacular, sino también para proporcionarnos refugio del implacable sol, y un espacio de descanso para quienes se sienten agotados tras recorrer el gigantesco recinto en busca de no perderse ni un minuto de lo que sucede.
Describir todo lo que ocurre en un evento de esta magnitud es casi imposible para una sola persona, o incluso para dos. Sin embargo, intentaré relatar lo que viví en el 25° aniversario del Festival Iberoamericano de Cultura Musical, nuestro querido Vive Latino.
El 15 de marzo, lamentablemente llegué un poco tarde, pues creí que un transporte privado sería más rápido que el siempre confiable transporte público. La primera banda que pude ver, aunque solo de lejos, fue El Gran Silencio, quienes demostraron por qué siguen siendo los favoritos del público en el festival. A pesar del calor abrasador, tanto ellos como el público dieron lo mejor de sí para revivir los mejores momentos de la juventud de los años 90.
Nos dirigimos rápidamente al escenario Telcel para disfrutar de uno de los dúos más importantes del momento en el país: Daniel, me estás matando. No había tenido la oportunidad de verlos en vivo, pero la primera vez que los escuché fue gracias a una persona muy especial que me compartió sus gustos musicales más íntimos. Esa conexión inicial se convirtió en un amor-odio con sus canciones.
Mientras caminábamos por el festival, conversamos con asistentes de todo tipo: desde quienes vivían su primer Vive Latino hasta aquellos que ya estaban inmersos en la magia de este monstruo. Compartimos anécdotas, como la de un asistente que llegó al festival después de pedir permiso en su trabajo, lo que nos hizo sonreír y recordar lo importante que es estar allí.
Al dar la vuelta, regresamos al escenario principal para ver a Siddhartha, quien nos regaló una gran presentación. Aunque el horario no era el más adecuado, sus más grandes fans estuvieron ahí, cantando a todo pulmón sus canciones.
Continuamos la jornada con uno de los íconos del rock mexicano: Meme del Real, quien, ahora con su proyecto solista, volvió a demostrar su enorme capacidad musical. En la conferencia de prensa semanas antes, ya nos había anticipado su talento, y la interpretación de “Princesa” en vivo fue, simplemente, inolvidable.
Y luego llegó un momento legendario: Caifanes regresó al Vive Latino en su cuarta participación, y no hacía falta mucho más para entender por qué son una leyenda del rock nacional. Su presencia en el escenario hizo que el recinto retumbara al unísono, con el público cantando a coro las canciones que marcaron una era.
Como un circuito, volvimos al escenario Telcel para disfrutar de Little Jesús, quienes nos recordaron por qué el festival es pilar para las nuevas propuestas, donde en una edición puedes estar tocando en la carpata intolerante y en el otro puedes estar en horario estelar ante más personas. Con canciones como La magia o Azul, haciendo cantar y saltar al público, aunque ya algo cansado tras horas de festival.
Desafortunadamente, tuve que retirarme temprano y no pude disfrutar de las presentaciones de Foster the People y Molotov, pero la jornada estaba lejos de terminar.
El segundo día de actividades comenzó justo cuando los primeros fanáticos ocupaban sus lugares, decididos a no perderse a sus bandas favoritas. Una de las más esperadas fue el regreso de Concorde, quienes, con sus clásicos y nuevos sencillos, no decepcionaron a su fiel audiencia.
Caminamos por el festival y nos encontramos con fanáticos esperando para la firma de autógrafos de una de las bandas más importantes del evento, Zoé. También tuvimos la oportunidad de ver el palomazo del Momentos INDIO, donde, aunque estuvimos poco tiempo, alcanzamos a ver a Ximena Sariñana desde lejos.
Luego llegó la oportunidad de ver a El Cuarteto de Nos, una de esas bandas que inyectan energía explosiva sin importar el estado de ánimo. Y aunque el sol pegaba con fuerza, el público respondió con toda su entrega, brincando y cantando al ritmo de sus canciones.
Nos quedamos un rato más para ver el show de Saúl Hernández, Napoleón, Belinda, etc.. La presentación más esperada fue, sin duda, la participación de Belinda, quien rindió homenaje a Paquita la del Barrio. La emoción del público era palpable.
Luego, corriendo hacia la Carpa Intolerante, alcanzamos la presentación de Kikuo, un proyecto vocaloid que llegó por primera vez al Vive Latino. Los seguidores del artista japonés, junto con los nuevos fanáticos, disfrutaron enormemente del espectáculo visual y musical que Kikuo presentó, dejando una huella inolvidable en todos los presentes.
A toda prisa, nos dirigimos al escenario principal para ver el regreso de Mon Laferte al Vive Latino, después de ocho años de ausencia. Su presentación en el escenario principal fue impresionante, con el público cantando al unísono cada una de sus canciones. Además, nos regaló un estreno exclusivo que hizo vibrar a todos.
Uno de los dilemas más difíciles del festival fue decidir entre ver a División Minúscula o Porter. En nuestro caso, decidimos quedarnos con Porter, y la interpretación de la banda fue tan grandiosa que nos hizo sentir como si estuviéramos en nuestro primer Vive Latino. Son este tipo de bandas las que conforman el alma de este festival.
Para cerrar el día, tuvimos que salir antes de lo planeado para poder llegar al estadio y presenciar el regreso de Zoé, después de dos años de inactividad y cinco años sin estar en un Vive Latino. Verlos en ese gigantesco escenario fue un momento de pura nostalgia, y como siempre, la banda convocó a miles de seguidores, niños, adolescentes, adultos, todos unidos por el amor a sus canciones.
Han pasado XXV ediciones, y muchas bandas y artistas han dejado su huella en los escenarios del Vive Latino. Gente que lo ha vivido por primera vez, otros que lo recuerdan con cariño, pero todos unidos por la magia de la música. Ahora solo queda esperar a que la ciudad despierte de nuevo al ritmo del festival.
Fotografias de Paulina G y Zadok B